El proceso de adquisición de la mayoría de edad del noveno arte fue simultáneo a una evolución en la mirada de sus artífices: dibujantes y guionistas o ambas cosas en uno.
De un modo natural, esta mirada se fue concretando en una progresiva fijación en la realidad. Los héroes y superhéroes planos y el maniqueísmo del bien y del mal de los inicios fueron sustituidos por un acercamiento realista a unas situaciones en las que ya no hay buenos ni malos de un modo absoluto, ya que todos en última instancia somos varias cosas a la vez.
Junto a la línea subjetivista del ojo privado que revela una personalidad a través de historias más o menos íntimas, aunque con proyección universalizada, irrumpió en el mundo del cómic otra línea más comprometida con los acontecimientos históricos y sociales, particularmente conflictivos. El ojo público, es decir, el enfoque periodístico, aportó una nueva mirada y, sin dejar de lado el subjetivismo inherente a toda re-creación humana, dio pie a un nuevo desarrollo en el terreno de la historieta.
Me estoy refiriendo al nuevo periodismo gráfico o, más concretamente, al empleo del cómic como una nueva forma de periodismo.