La biografía es para la vida individual lo que la Historia lo es para la colectiva. En ambos casos, la memoria es indispensable.
La memoria establece vínculos entre los fragmentos de la experiencia, unifica la dispersión, pacifica rupturas o antagonismos, reconcilia los ánimos, da sentido a la vida de los sujetos.
La memoria cauteriza, reconstituye mediante catarsis, restablece la integridad. Cohesiona. Es una terapia.
Revivir el dolor conociendo sus circunstancias, sus causas, es un paso previo para superarlo. Para reponer la autenticidad.
Carlos Guijarro (n. 1955) es un historiador y documentalista que, tras quedarse en paro, dedicó dos años a realizar un cómic que él mismo califica como «historia (más que novela) gráfica». Saca a la luz lo que en Andalucía y particularmente en Málaga se conoce como la Desbandá, un trágico episodio sin precedentes ocurrido en febrero de 1937, una salvajada fascista cuyo conocimiento encoge el ánimo y no diré que desborda o rebasa, pero sí que está al nivel de otros acontecimientos atroces como el de Gernika. Un auténtico horror silenciado y sepultado. No cuento más. Nos dirán que las salvajadas se cometieron en los dos bandos. Pero no hay simetría.
Es con todo el tercer bando -el de la gente normal- el que más padeció aquella guerra. Me refiero al bando de los perdedores de todas las guerras. Los que son reclutados bajo engaño o son cuantificados como ‘daños colaterales’. Los que a fin de cuentas preferirían no tener nada que ver con historias bélicas. Los de la mayoría. Al representar el dolor de ese tercer bando en Paseo de los canadienses, Guijarro conecta con Tardi (La guerra de las trincheras, p. e.) y con Nakazawa (Pies descalzos).
Por otra parte, este cómic ofrece información acerca de siniestros personajes de la historia como «el carnicerito de Málaga», «el Mengele español», «el coronel impasible» y «el general de Radio Sevilla». Por el lado opuesto, también el autor da cuenta de Norman Bethune y de sus ayudantes. Y de por qué hay en Málaga un paseo llamado «de los canadienses».
Paseo de los canadienses es un relato gráfico en el que Carlos Guijarro sabe aunar una historia (lo que se cuenta) y un discurso (el cómo se cuenta) de un modo efectivo. Su alcance no se limita a lo representado por las viñetas, si bien esto no es poco. Apela a la reconstitución de la integridad mediante el ejercicio de la memoria, la interpretación de lo recuperado y su instauración catártica en la vía de la normalidad.